jueves, 22 de agosto de 2013

Lorazepam, pañales y "do not disturb" . Pediatría basada en pruebas


Esta entrada no es pediátrica, ya lo aviso. Pero creo que es de "interés sanitario general". Se trata de una experiencia personal de un buen amigo mío. También pediatra como yo. Al que le suceden cosas curiosas, y de algunas he hablado en el blog (ver aquí y aquí).Es un buen tipo en general, lo conozco bien. Y... está teniendo una experiencia hospitalaria con su madre que no puedo resistirme a referir aquí. Como decimos en twitter, #estapasando
Este amigo mío tiene actualmente ingresada a su madre a resultas de una fractura de cadera. En una ciudad sanitaria de una de las principales ciudades de España. Ingresada en uno de esos megamonstruos hospitalarios que sobrepasan las 1.300 camas.
Mi amigo es un tipo confiado. En general, se fía de "sus iguales", sus colegas, de los demás médicos y de todo el personal sanitario en general. Así que tiene tendencia "de natural" a no crear problemas. Piensa que si los actos médicos o de enfermería son los que son en una planta de traumatología, seguramente hay una buena razón que los sustente.
...Y así, mi amigo me describió su primera noche como acompañante de su querida madre. Que es una señora de 78 años totalmente sana. Sin patologías de base. ¿Qué ocurrió esa primera noche? 
- A las 0:30 horas, mientras él y su madre dormían plácidamente, irrumpió una enfermera en la habitación para darle una pastilla. "Póngasela debajo de la lengua para que se absorba rápido", le dijo esta enfermera a la madre de mi amigo, que preguntó a toro pasado a la susodicha: "Y esa pastilla, ¿qué es?". Nada, un orfidal, para que duerma". Mi amigo le preguntó a su madre: "Pero tú, ¿es que tomas orfidal?". Y ella le dijo "Pues no...". Pero como buena paciente se tomó la pastilla de marras. Una persona sana sin insomnio previo. Mi amigo se quedó con el dato para meditarlo, a ver qué motivos podían sustentar dar algo así a alguien que no padecía el trastorno que el lorazepam intenta solucionar...
- No tuvo mucho tiempo para meditar. A la 1:30 horas de la misma noche "irrumpieron" (literalmente) en la habitación, encendiendo todas las luces y alterando el sueño de pacientes y acompañantes, dos enfermeras, o dos auxiliares, o cualquier combinación de ambos gremios. "¡Salga de la habitación!" le espetaron a mi querido amigo que, sobresaltado ya que había, más o menos, medio conciliar el sueño. Pero mi amigo es muy dócil, "seguro que es por una buena razón", se decía a sí mismo mientras esperaba fuera. A los 5 mn salieron las dos enfermeras, o dos auxiliares, o cualquier combinación de ambos gremios, y mi amigo entró en la habitación. "¿Qué te han hecho ahora, mamá?". Y la madre responde: "Me han puesto un pañal". Y aquí mi amigo comenzó a mosquearse. "Pero mamá, ¿es que no controlas esfínteres?". Y su madre respondió: "Sí que los controlo...". 
Y así acabó esa noche. Con un hipnótico innecesario para una paciente de 78 años sin insomnio y con un pañal puesto para una paciente de 78 años que controla esfínteres.
Mi amigo es confiado pero no es imbécil. De hecho es bastante espabilado (o yo lo considero así). Así que se quedó con la copla: "Aquí le dan a todo el mundo un hipnótico y le cascan un pañal para que no incordie".  Y... los hechos de días posteriores sólo le han dado la razón.
A resultas del pañal, su madre, acostumbrada a hacer sus necesidades de la manera en que todo el mundo las hace (no ingresado en una planta de hospital, of course), empezó a presentar un dolor lumbar que se irradiaba hacia hipogastrio. Esto ocurrió a lo largo de los dos-tres días posteriores. Un dolor creciente, insoportable. Refractario a los analgésicos. Mi amigo, aunque es pediatra como yo, empezó a darle al coco, a ver qué podía ser, mientras llamaba por tercera vez a la enfermera. ¿Qué resultó ser? Una retención de orina, un globo vesical de 950 cc. Y es que la madre de mi amigo, "por no molestar", se acostumbró a hacer su cosas en el pañal de las narices. Pero al parecer no evacuaba toda la orina que producía. U orinaba por rebosamiento. A saber. Así que a raíz de este hecho le pusieron una sonda para evacuar el pis...  y le dejaron la sonda puesta. Tenemos, entonces, a una mujer previamente sana con fractura de cadera, sin insomnio, que contenía esfínteres, y que ahora bascula entre el pañal y la sonda, entre la sonda y el pañal...
...Y por fin tengo información de primera mano sobre la noche de antes de ayer. Volvamos al lorazepam nocturno. Sí, ese que le dieron a esta señora para que durmiera... cuando estaba plácidamente dormida. Aquel lorazepam le sentó como un tiro a la madre de mi amigo. En forma de horribles pesadillas que jamás había tenido. Así que dejaron de dárselo... hasta hace dos días. La señora en cuestión, para entonces, ya estaba operada de su cadera. Un "clavo", algo simple para lo que podía haber sido. Buena noticia. Así que, operada, recibió una nueva pastillica de estas por la noche. Venga, p'adentro la pastillica. Mi amigo no estaba esa noche pero sí su hermana. Que le contó al día siguiente que, en medio de la noche, su madre se levantó. Saltó de la cama, en la que estaba instalada una barandilla. Pero no fue obstáculo, la pobre señora, en medio de unos sueños rarísimos, saltó de la cama y se puso a caminar. Arrastrando detrás suyo la sonda uretral (que perdió) y casi, casi los goteros... que fueron su tope. En su huida éstos se mantuvieron firmes y la señora, que debía tener prisa por irse - una prisa justificadísima, le digo a mi amigo - cayó al suelo. Fracturándose el cúbito y radio del brazo izquierdo. Afortunadamente, sin necesidad de nueva intervención. Pero con la consiguiente escayola. La pobre señora no recuerda nada de lo que por la noche le sucedió.
Esta entrada ya es demasiado larga, así que quizá deje para otra el contacto de mi amigo y su familia con los traumatólogos de esa gran ciudad sanitaria española. Un contacto kafkiano, surrealista y - le digo yo - totalmente indecente. También podría hablarse más bien "del no contacto" con los traumatólogos... pero eso quizá merezca otra entrada tanto o más surrealista que la presente. 
...Y, a todo esto, mi amigo vive a 400 km de la ciudad sanitaria de marras. Ciudad sanitaria que recuerda con cariño, pues ahí hizo él el MIR. Pero mi amigo tiene un límite. De hecho, está hasta los mismísimos cojones  (lo siento, es que me ha dicho que lo escriba así...). Y ya no teme por la cadera de su madre sino por su salud global. Temor que es consecuencia de la innecesaria yatrogenia a la que su madre ha sido y está siendo aún sometida, pues el alta queda todavía algo lejos. Mi amigo no conoce otro caso de una persona que salga de un hospital con más fracturas de las que padecía cuando ingresó... Yo tampoco, le he dicho.
Así que como él me lo comentó yo lo transcribo tal cual. Hacedme caso porque es un tipo de fiar.
...Y, como decimos los que tenemos twitter, #estapasando

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