viernes, 24 de julio de 2015

¿QUÉ SOMOS?, ¿QUÉ QUIEREN QUE SEAMOS? Y ¿QUÉ QUEREMOS SER?. Docencia Rafalafena.

 https://rafalafena.wordpress.com/2015/07/24/que-somos-que-quieren-que-seamos-y-que-queremos-ser/
Unos días atrás una compañera de la Facultad compartía en redes sociales una bonita entrevista a Francesca Zapater, Médica de Atención Primaria recientemente jubilada, y que nos contaba el repaso de lo que había sido su carrera junto con una reflexión de lo que es y debiera ser la AP.
En la conversación Francesca nos habla de sus inicios, de los impedimentos que le ponían desde la administración para poder realizar su labor de manera adecuada, además de los prejuicios que ella misma tenía al iniciarse en el mundo laboral, recordándonos que como hoy, ayer también se salía de la facultad asumiendo el mantra de que la verdadera sabiduría se encuentra en lo que podríamos llamar “medicina hospitalizada”, pero que ella vio que aquella creencia, además de injusta era falsa.
En las últimas frases la médica nos obsequia con una interesantísima reflexión final, acerca de lo que realmente es “útil” de cara al bienestar de la comunidad a la que estamos atendiendo en nuestra tarea diaria, una idea polémica como es la de que “curar, curamos poco; la medicina acompaña más que cura”.
Mi compañera de Facultad, al igual que yo, es residente de Medicina Familiar y Comunitaria, y con este bonito escrito me llevó a elaborar una reflexión que en mi opinión debería ser obligatoria, no solamente entre nosotros los profesionales de la Atención Primaria, sino también entre el resto de nuestros compañeros y la Administración misma.
Una de los hechos repetidos tras ver las elecciones del examen MIR, son muy a nuestro pesar, las posiciones bajas en cuanto a la elección de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, incluso el bochorno que se produce ocasionalmente cuando algún “osado” de los primeros electores decide escoger nuestra especialidad y el resto de asistentes en la sala deciden aplaudir semejante “hazaña”. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué nuestra especialidad no está demasiado bien vista entre los estudiantes de Medicina? Muchos de los cuales, al terminar su periplo de prácticas por el Centro de Salud, afirman con grata sorpresa lo mucho que se trabaja y bien por norma general en dicho ámbito. Esta respuesta, por una parte nos debe de alegrar, puesto que en la subjetividad de los próximos profesionales, se va incidiendo en el cambio de paradigma; pero por otro lado, nos debe preocupar el hecho que ya de bien “retoños” los estudiantes tengan un prejuicio negativo de la Atención Primaria.
¿Qué les hace pensar eso? Pues muchas veces los tan dañinos comentarios que puedan escucha del resto de compañeros de atención especializada a nivel hospitalario, donde con demasía frecuencia se tiende a pensar que un hecho de mala praxis (que los hay, obviamente), hacen negar la mayor, en este caso la labor de Atención Primaria, reduciéndola a su parecer en “malas derivaciones” y tratamientos para los resfriados. Otro punto interesante sería incidir en las condiciones que se nos imponen, y por tanto nos hacen moldearnos a lo que la administración quiere que seamos. Con un tiempo de visita escasísimo de visita por paciente, con unos medios técnicos y físicos muy limitados en muchos casos, y con una posición de “segunda” respecto al nivel asistencial; todo ello son unas moldes demasiado escuetos que hacen salir a la Medicina Familiar y Comunitaria en su papel en Atención Primaria, efectivamente, bastante perjudicada.
Pero, ¿y nosotras? ¿Qué queremos ser? Muchas veces se incide (con buen tino) en la relación Médico-Paciente como punto fuerte de nuestra especialidad. Y es cierto, lo es. No por nada, por regla general solemos ser los profesionales sanitarios mejor valorados por la población. Pero es que todavía hay más. Detengámonos en el título de nuestra especialidad. La gran mayoría de veces nos quedamos solamente con la parte “familiar” del conjunto, apelando a ese romanticismo muchas veces perdido en nuestro arte, y que la Medicina Familiar nos evoca de nuevo a ese concepto; pero a mí me gustaría también destacar la otra parte del binomio, la “Comunitaria”. Una palabra que a mí personalmente me parece preciosa, y el significado que conlleva todavía más. Nosotros los y las Médicas Comunitarias somos las encargadas de cuidar, educar y ayudar a gestionar la salud de las personas que conforman nuestro cupo (o comunidad, que es más bonito, y nos es más propio). Esta tarea no solamente se realiza con medicamentos, pruebas diagnósticas, etc… ya que como nos decía la Dra. Zapater a veces una conversación con nuestro paciente le ayudará más que la prescripción de cierto fármaco con dudosa indicación.
Algunos de los nuevos residentes preguntaban al iniciar su periplo por nuestra profesión, entre otras cosas, cómo era la relación con la industria farmacéutica en cuanto a la posibilidad de poder acudir a cursos y congresos de manera “facilitada”. Nuestra respuesta, sin resquemor ni abatimiento, era que en nuestra especialidad dichas prácticas se encuentran mucho más limitadas que las se podían encontrar en otras. Y es que como buenas Médicas Comunitarias, nosotras hemos de velar por que nuestra comunidad tenga los mejores servicios al menor coste posible, y es que cuando se malbaratan recursos de manera injustificada también estamos infiriendo en un perjuicio fatal para nuestra población. Los recursos no son ilimitados, y hemos de ser conscientes de ello. Una buena Médica de Familia y Comunitaria debe tener eso muy en cuenta, y también el valor ético que dicha mala praxis comporta. Por no decir, que aunque nuestra labor no sea tan “fotografiable” en periódicos antes de campaña, lo cierto es que nuestras competencias adquiridas tras una exhaustiva y variada formación, puede suponer a la Administración de turno el ahorro de una buena cuantía de recursos, que posteriormente podrían ser redirigidos a beneficiar a nuestra comunidad en otro ámbito.
No quiero extenderme en mi polémica oda, ni incidir en más temas espinosos (por el momento), pero espero este texto pueda servir aunque sea de manera modestísima en hacer un llamamiento a que todas y todos nos hagamos esta pregunta “¿qué queremos ser?” he ahí el quid de la cuestión y cuya respuesta propositiva nos hará caminar por la senda correcta y que poco a poco los aplausos con sorna en el Ministerio se conviertan posteriormente en aplausos de reconocimiento. Mientras tanto, yo me alegro en que mi compañera de clase esté realizando con orgullo nuestra preciosa especialidad, y compartiendo esa bonita entrevista.

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